Ha pasado poco más de una semana desde que Haití sucumbió a la furia de la madre tierra, después de un grave terremoto que se teme que cobrará la vida de más de doscientas mil almas.
Haití tuvo la mala suerte de sufrir huracanes, tifones, tsunamis, y porqué no decirlo también, golpes de Estado, invasión imperialista, empréstitos, préstamos imposibles de pagar, bloqueos financieros y fabricación de presidentes acorde a los estándares del Fondo Monetario Internacional. Aunque poco tiene que ver, es necesario dar a entender las penurias que este pueblo ha sufrido durante toda su historia.
Para variar un poco, cientos de medios de comunicación dicen estar preocupados por la terrible situación en la que se encuentran los vecinos de Puerto Príncipe, entre ricos y pobres. Han alabado la labor de tomar el país por parte de los Marines estadounidenses, pero no han dado la gran importancia que tiene el envío de los médicos cubanos que estaron antes y después del terremoto. Salvo TeleSur, las demás cadenas dieron segundos y sólo información superficial sobre el personal médico y la ayuda material de Cuba, Venezuela, Ecuador, Nicaragua y otros países del sur de la región, pero informaron con lujo de detalle la llegada del cuerpo élite del Ejército Norteamericano, como si los soldados curaran, como si los soldados construyeran, como si los soldados recetaran, ayudaran a la población y ¡dejaran sus armas para agarrar un martillo y ponerse manos a la obra!.
Haití, la primera nación de hombres libres, poco a poco se nos olvida, como se nos olvidó de la historia; lo peor ya pasó para los medios, se lucraron y ya la gente no presta atención al morboso espectáculo del rescate de cuerpos. Todo se irá a una espiral del silencio