Diez años pasaron ya. Desde ese estrepitoso temor inconsciente que implantaron en las cabezas de todos con el virus informático del Y2K hasta el temor del final de la existencia predicha por Nostradamus, un tipo que se pasaba escribiendo mientras la Reina de Francia realizaba distintas actividades fuera de la vista del Rey.
Diez son los años que pasaron, una década completa de cambios radicales en nuestra región y, más en específico, este país de las maravillas denominado Bolivia. Bolivia en sus buenos años de democracia tuvo a un dictador elegido por el voto del pueblo, por dar un ejemplo y en estos últimos años sufrió una de las mayores transformaciones jamás pensadas.
Hubo elecciones en 2002 en las que gana por apenas centésimas el señor Gonzalo Sánchez de Lozada, corrupto gobernante que dio la orden de disparar a las personas que tenían sitiado al país en bloqueos y marchas cada vez más constantes. No duró mucho y con una ayudita de gente norteamericana, en 2004 huyó y se alojó tranquilamente en ese enorme país que suele brotar pecho por ser el paladín de la democracia. Los famosos Octubre y Febrero Negros están queriéndolos llevar al olvido con gran ímpetu y energía la mayoría de los medios de (des)comunicación bolivianos. Lo sucede Carlos Mesa, prominente intelectual boliviano que poco o nada hace, salvo un referendo vinculante sobre el destino de los hidrocarburos, para pasar luego a Eduardo Rodríguez-Veltzé, que se encarga de pedir que se organicen nuevas elecciones.
El 18 de diciembre de 2005 comienza la historia a reescribirse con el pueblo de su lado. Un indio, un sindicalista, un izquierdista, socialista, popular y decidido a cambiar el país sube al poder por el voto unánime del pueblo boliviano: Evo Morales Ayma, primer presidente indígena en Sudamérica asciende por primera vez.
Evo, logró, junto al pueblo, pese a una férrea oposición, sacar con éxito una Asamblea Constituyente, una Constitución Política del Estado y una refundación en base a los pueblos indígenas.
Claro que la oposición no se quedó de brazos cruzados y en estos 4 años se trató de “tumbar al indio” como sea, con la masacre de Huanuni, lo sucedido en La Calancha, las tomas de instituciones y empresas estatales por parte de vándalos organizados en regiones del oriente boliviano y la masacre en El Porvenir, todo orquestado y fraguado por señores feudales que ven que su poder que se pensaba ilimitado, se pierde
Diez años pasaron ya.
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Hace 14 años